Hace días que no sale el sol. El cielo brilla de un color que está entre el gris y el dorado, pero al sol no se lo ve por ningún lado. No se lo digo a nadie, pero sospecho que soy yo la que está generando esto. En mi novela tampoco sale el sol. Llueve y llueve y mi personaje se pregunta si el verano volverá alguna vez a Buenos Aires. No creo tener el poder de cambiar el clima, pero nunca se sabe. Es raro, además, escribir cosas como esas y que después se repitan en la vida real.
Lo último que les conté fue esa experiencia que tuve en el subte. Después muchas otras cosas le siguieron, algunas de las cuales me hicieron sentir que lo del subte no fue nada. Las semanas se aceleran y se enriedan entre sí y por eso pensé tomar esta columna para contarles todo lo que me estuvo pasando en los últimos días.
1
Justo una semana después de haber presenciado esa tragedia en el metro, mi hermano tuvo un accidente de tráfico. Fue una mezcla de uf—qué—cerca—que—estuvo y va—a—tener—que—estar—en—observación—por—unos—días. Mamá se había comprado recientemente uno de esos relojes fitness, que te miden la presión y los latidos del corazón e iba de acá para allá mostrándole a todo el mundo los picos que el gráfico mostraba en su muñeca. Yo estaba segura de que, si me ponía el reloj, éste explotaría o temblaría hasta apagarse por completo.
Como supimos rápidamente que mi hermano iba a estar «bien», me pase parte de la noche vagando por el sanatorio mientras le realizaban estudios. La verdad es que los hospitales me dan mucha calma. No creo tener tiempo en esta vida para eso, pero sería buena para trabajar en este ambiente. No me molesta la sangre y me resulta fácil calmar a la gente. Cuando me tocó estar internada, casi diez años atrás, los demás pacientes venían a mi cuarto a contarme sus penas. A mí no me molestaba. Estar en el hospital esa noche tampoco. Estaban arreglando uno de los pasillos al lado de la guardia y el frío gélido se colaba por las puertas y me helaba las manos y las orejas. Me sentía extraña y cansada y algo agitada y no solo porque mi hermano estaba internado. Pensaba en el hospital y las ganas que tenía de trabajar en un lugar así y como no tenía tiempo para hacerlo, porque en verdad aunque trabajara allí querría estar escribiendo. A veces se me ocurre que puedo fraccionar distintas realidades paralelas para mí misma: en una termino mis estudios universitarios y trabajo de psicóloga ayudando a niños y en otra trabajo en un hospital y me la paso agarrándole las manos a familiares desconsolados y en otra es la realidad en la que me encuentro, en donde quiero hacer todo eso y más pero elijo escribir un libro.
Toda esa experiencia con mi hermano trajo a colación otra cosa que no se si puedo explicar bien pero que está relacionada con la humildad y el amor incondicional y lo que pasa cuando alguien que amamos se tambalea de repente entre la vida y la muerte. Uno no se da cuenta lo frágil que es todo hasta que está en el hospital en el medio de la noche y todo está en silencio y ya es demasiado tarde como para hacer otra cosa que no sea rezar.
2
En la misma semana del accidente me enteré que quede efectiva en la oficina. Como todavía no manejo el léxico del mundo empresarial, le dije a todo el mundo que había quedado «fija» en el trabajo. Supongo que así me siento, después de todo, ahora que no tengo que preocuparme mes a mes por saber si tengo los días contados. «¿Estás más calmada?» me preguntaron a menudo en esos días. «Supongo» les respondía.
Hay cosas buenas de tener un trabajo fijo y en blanco: la primera es que uno tiene cierto piso para tomar ciertas decisiones. Con el trabajo viene la libertad, decía mamá cuando era más chica y solo ahora me doy cuenta que tiene razón. Pero también, cuanto más estoy en el trabajo, más se alarga la brecha de la que formo parte, en la que por un lado se encuentran personas que aman este trabajo o no tienen otra cosa qué hacer y por el otro se encuentran personas como yo, que solo trabajan para cubrir gastos y preferirían hacer otra cosa. De a ratos tengo que ser paciente con el mundo real y las cosas que me pide. A veces tengo una buena mañana escribiendo y me siento tentada a llamar a la oficina y decir que estoy enferma y trabajar en la novela hasta que se hace de noche. No lo hago, pero lo pienso. Supongo que es lo que viene de la mano cuando uno sabe lo que quiere hacer: en el fondo, todos los trabajos que tenga hasta que llegue el que realmente deseo parecen ser una manera de matar el tiempo.
3
La tercera cosa que quería contarles es que me voy a mudar a fin de año.
Creo que esto merece su propia columna en otro momento pero quería decirlo. Aunque hace años que tengo ganas de mudarme, no pude concretar ese proyecto por una razón o por otra. La verdad ahora esas razones no me molestan ni me pesan (no creo que hubieran funcionado si hubiesen ocurrido) pero este año siento que es mi oportunidad. También siento que no puedo escapar de lo que deseo. Es un asunto que tengo pendiente y ya no me basta con fantasear con eso. Saturno está en Piscis hace varios meses y me dice que si quiero algo, entonces tengo que hacerlo realidad. También es cierto que no puedo postergarlo más. Le di muchas vueltas al asunto. En el fondo me sería más fácil no irme en absoluto. Quedarme cerca de mamá y mi abuela y no desprenderme de la casa que me vio crecer y no aprender otra lengua ni adaptarme a otra cultura, pero no es lo que quiero.
Los que sabemos que nos mudaremos lejos de casa tenemos un chip que nos dice que nuestra vida nunca arranca hasta que estemos donde tenemos que estar, que no es acá sino en otro lugar. Sé que este tipo de cosas no se dicen. Es verdad que uno siempre está donde tiene que estar y que no hay que idealizar mudarse a otro lado porque uno siempre se lleva todo lo que es consigo, pero también tengo la impresión que nada de lo que haga en Buenos Aires tiene mucho sentido si sé que no me voy a quedar mucho tiempo. Es como ir a un evento y hacer planes a largo plazo cuando sabes que solo vas a estar los primeros veinte minutos: lo haces porque todo el mundo lo hace, pero en el fondo sos consciente que no aplica para vos.
No sé si me explico.
A lo que voy es que necesitaba tomar una decisión para sentir que mi vida avanza, por fin, hacia algún lado. Necesito aterrizar en algún lugar y sentar raíces y hacer esos planes a largo plazo que nunca me atrevo hacer acá. Me mudo a fin de año y no se dice más. Lo que me espera del otro lado del mar es, todavía, incierto pero tengo fe que será bueno.
4
Esta mañana me despertó el sol sobre mi cara. Por un momento pensé que era un sueño o una creación de mi mente, pero cuando me puse la campera y salí al jardín comprobé que era verdad. Veinte minutos después se nubló todo y se largo a llover de nuevo pero, al menos por un rato, vi al sol.
Te entiendo tanto con lo que decís de la mudanza. Sentís que no arrancás hasta que "estás ahí". Todas las veces que me mudé me pasó. Será porque nos encanta estar establecidos en un lugar para sentir uqe podemos "arrancar"? 🤔