A veces me pregunto qué pasaría si estallo. Últimamente muchas cosas en mi vida parecen estar sostenidas por mi capacidad de morderme la lengua a tiempo y no decir lo que pienso. Pero me pregunto qué pasaría si me atrevo a cruzar la línea. Si, por una vez, me permito decir y hacer lo que siento sin preocuparme por cómo le afecta al resto. ¿La gente me querría igual si no hago este esfuerzo? ¿O no me tendrían paciencia y azotarían la puerta ante el primer estallido?
No es que no sienta estas cosas. Claro que me enojo. Digo las cosas que siento y busco las palabras para tratar de mostrar lo que me pasa, pero a veces me parece que hay un bloqueo grande entre lo que digo y lo que siento. Digo menos de lo que siento, hablo muy suavecito, no llevo las cosas a un límite inusitado y desenfrenado. No pienso: a la mierda todo. Me abstengo. Pienso dos veces antes de hablar y desisto. Y no es que esté mal, pero a veces me pregunto qué tan bien está vivir así, con la lengua mordida y la boca cerrada, en un mundo donde todos parecen gritar al mismo tiempo.
Me hace acordar a un sueño reiterado que tenía cuando era más chica. En él caminaba por un largo y oscuro pasillo, sosteniendo una bomba entre mis manos. Era chica entonces la bomba no era realmente una bomba, pero para los propósitos del sueño se sentía como un peligro igual. Aunque nadie me lo decía, yo sabía que alguien había puesto esa bomba en mis brazos o en esa casa. No era mía, pero la había encontrado y entonces sentía la responsabilidad de llevarla lejos para que nadie se lastimara. Y aunque lograba llegar a la puerta y tirar la bomba a la calle, cuando me despertaba me sentía angustiada y furiosa. Impotente. Pensaba: la próxima no cargo nada. Que se arreglen solos. No es justo. Pero a la noche siguiente no me resistía y agarraba la bomba y la tiraba por la ventana.
En la tutoría dicen que el mundo tiene suficiente autoficción. Pienso en la novela que vengo escribiendo on and off desde hace cinco años. Aunque no lo digo por ningún lado, entiendo que mi novela es ficción pero no es mentira. Construir este personaje y este mundo y lo que pasa en él es solo una excusa para decir eso que me pasó cuando era más chica y que nunca supe expresar bien ni en el momento adecuado. La novela es mi manera de decir: no me olvidé de lo que pasó, todavía lo recuerdo. Casi 200 páginas y cinco años de trabajo, pero estoy tratando de decir exactamente lo que siento. Ni más ni menos.
Estoy necesitando expresarme. Por eso hablo de esto ahora. Es lo único que puedo pensar últimamente. Octubre arrancó con todo y me doy cuenta que estoy un poco encasillada. No sé muy bien cómo describir lo que hice este otoño-invierno, pero no avancé a pasos agigantados. De hecho, me quedé más quieta de lo que pensaba. Mantuve el trabajo que me tiene sofocada y me la pasé escribiendo la novela, lo que me alegra pero también me desespera un poco. Ya quiero terminarla y sacarla afuera, mostrarle a la gente en lo que estuve trabajando todo este tiempo. Quiero expresarme y mostrarme de una vez. Por eso me siento algo impaciente. No sé a dónde estoy yendo a parar. No sé bien qué es lo que voy a hacer con el resto del año. Tenía planes pero ya no tienen el mismo sentido que antes. Cinco meses bajo un cielo gris y lluvioso para que de repente aparezca un sol que me quema los ojos e ilumine todo. Hay días donde las cosas son más claras que otras. Hay otros en los que me veo y reconozco que solo estoy a medio camino, con una novela y una mudanza a medio terminar y la sensación de no saber si el camino en el que estoy es el correcto para mí. Me pasé este último tiempo dando vueltas en círculos y ahora no puedo distinguir el árbol de las ramas. Por eso estoy buscando la manera de liberarme. Estoy tratando de expresarme, de decir las cosas, de hacer ruido, de llenar mis espacios. Ya no me interesa mantener un status quo ni un trabajo en una oficina diciendo cosas en las que no creo. Ni tampoco me interesa cargar bombas, ajenas o propias, mantener la boca cerrada. Este mes quiero decir las cosas de verdad.
En Buenos Aires ya hace calor así que estoy muy contenta. Confundida, un poco engripada pero sobretodo contenta. Cuando hay sol no me parece que las cosas puedan salir mal. Para cuando estén leyendo esto yo estaré encerrada editando algunos capítulos de la novela para presentar en la tutoría así que send only good vibes my way. Espero que les haya gustado esta columna, gracias de nuevo por llegar hasta acá. Si quieren mandarme un mensaje o ver las historias que subo de mi gata cada dos por tres, lo hacen por acá o por mail, a escribesabina@gmail.com
Y si les gustó lo que escribí, ya saben que sus corazoncitos o sus comentarios o sus recomendaciones son siempre bien recibidas y eternamente agradecidas.
Hasta el próximo domingo,
💛
Sabina