Me pasé el fin de semana escribiendo la novela. En estos días tengo que presentar un adelanto en la tutoría que estoy haciendo y quería revisar algunos capítulos. Me estoy acercando a lo que es el corazón de la historia y las preguntas que me tengo que hacer en este momento son más técnicas que otra cosa. Sé lo que el personaje tiene que hacer a continuación —conozco su arco emocional— pero me estoy planteando cuál es la mejor manera de alcanzar la conclusión que quiero. En las novelas es importante mostrar y no decir. Es como en la vida, donde no funcionan las cosas de manera explícita. Uno a veces no es consciente de ciertas cosas. Uno simplemente no cambia. Tiene que haber algo que lo haga explotar. Y eso es lo que estoy tratando de narrar.
Aunque esta es mi primera novela, ya sé que esto es lo mío. Con las novelas siento una alegría indescriptible que no se compara con ningún poema o ningún cuento, tal vez porque por naturaleza las novelas son más largas y uno tiende a familiarizarse con el ritmo, la historia y el mundo del personaje. Me gustan los cuentos, pero son cortos y en el fondo siempre termino deseando que sean más largos. Es decir, prefiero que sean novelas. No sé a dónde voy con todo esto. Creo que quiero decir que me gustan las novelas (por si no fui clara antes) pero también que me gusta la construcción de la estructura de una novela. No tenía idea que en la literatura nada es casual. Lo fui descubriendo de a poco. Hay una organización que existe en la novela, por más mínima que sea, y que en la tutoría le llaman intención literaria: tiene que ver con lo que uno quiere decir y cómo y por qué o, en su caso, lo que el narrador quiere decir. Si, por ejemplo, un personaje tiene que ir de A hasta Z, hay que encontrar la manera de organizar la acción y el crecimiento de ese arco dentro de esa historia de manera que tenga sentido para el lector. Y me gusta descubrir todo eso, que nada está dejado al azar, incluso aunque parezca que sí. Antes un poco me daba miedo. Creo que me asustaba sentarme a organizar la novela y terminar descubriendo que no era tan buena o no podía organizarla como quería, pero ahora es la parte que más me gusta. Supongo que me gusta porque significa que nada simplemente pasa, ya sea desde un punto de vista literario o de un punto de vista real. Claro que existe la suerte y la inspiración y la ayuda divina pero nada de eso funciona si no se lo mezcla con un poco de esfuerzo e intención. Y es lindo reafirmar eso en un mundo como este, en donde continuamente nos bombardean historias donde todo pasa mágicamente y de la noche a la mañana y sin aparentemente ni una sola gota de sudor.
Esta es una semana atareada. Estoy participando en el mundial de la escritura pero también estoy terminando los últimos detalles de la mudanza. También quedé el sábado para ir con Gio a ver una banda en Capital Federal de un compañero de trabajo y en el medio tendré que encontrar tiempo para ir a la peluquería, presentar el adelanto de la novela y dormir y comer y arreglar la mudanza y continuar vendiendo en la oficina. Maca se reía cuando le conté todo esto por audio. Me decía: qué necesidad tenes de hacerte estas cosas. No sé, no sé, le decía yo, pero también me reía. En el fondo no me molesta todo esto porque entiendo que lo tengo que hacer y punto y entiendo también que no va a durar para siempre. O al menos lo asumo. En los últimos meses estuve comprendiendo que hay un tiempo para todo y que en verdad es cuestión de perspectiva. Ahora me toca hacer este esfuerzo pero después tendré algún momento para vacacionar y tirarme en una playa desierta bajo el sol y no pensar en novelas ni deberes ni correr colectivos bajo la lluvia. Mirándolo de esa manera, hay tiempo para todo y no tengo por qué sentirme que estoy atrasada o que los demás me están ganando de alguna manera.
Y mi punto es que ahora tengo la oportunidad de aprovechar estos planes y este momento y tener estas experiencias y no quiero decir que no. Años atrás me obsesioné mirando ted—talks de personas famosas y filántropos que recomendaban decir que sí a todos los planes. Como una people-pleaser que estaba intentando no serlo, ese era justamente el mensaje que quería evitar y el cual nunca me cayó del todo bien (¿qué cosa buena puede salir de decir siempre que sí?) pero ahora entiendo que tal vez no querían desaprovechar esas oportunidades. Decir que sí un poco significa dejar ir el control y acceder a lo impredecible y a lo fuera del orden. Me está pasando algo parecido. Quiero permitirme vivir un poco más en el momento y dejar de pensar tanto si estará bien o mal o si todo funcionará o si tendré mucha fuerza o muy poca. A veces pienso demasiado y está bien reconocerlo. No quiero vivir como un gato encerrado. Quiero, por un rato, vivir y ya.
Hola, hola, hola. Aparezco tarde pero estoy practicando la constancia y no quería desaparecer por una semana entera. Asumo que me verán el domingo, o sea dentro de unos días. Pero bueno. Un día a la vez, ¿no? Espero que estén teniendo una buena semana y que donde sea que estén no esté lloviendo tanto como en Buenos Aires. Les prometo que cuando salga el sol van a escucharme gritar de la emoción y voy a dejar de hablar de la lluvia. Pero mientras este clima dure…En fin. Espero que se encuentren muy bien, de verdad, y si les gustó lo que escribí, ya saben que sus corazoncitos o sus comentarios o sus recomendaciones son siempre bien recibidas y eternamente agradecidas.
En el mid-time, me pueden encontrar acá o me pueden escribir un mail a escribesabina@gmail.com si lo desean.
Nos vemos pronto,
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Sabina.