¡Hola a todos! No, no están viendo mal, soy yo apareciendo un día que no es domingo o lunes. Pero esta no es una columna semanal sino que es un aviso sobre los cambios que se vienen en este espacio. Me debatí sobre escribir esto o no (¿a alguien le importa?) pero después de todo decidí que es mejor avisar que aparecer ya toda cambiada y fingir demencia. De todas maneras seré breve porque es jueves, son las once y treinta y tres de la mañana cuando escribo esto y en menos de cuarenta y cinco minutos tengo que entrar a trabajar, así que, sin más preámbulos:
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Una de las cosas que más me fascinan sobre tener un espacio donde publicar es la manera en la que uno va mutando con ellos. Un poco es inevitable porque uno no es el mismo que hace un año atrás o incluso que hace tres meses atrás, pero se siente extraño intentar cambiar las cosas. Es distinto que cambiar en la vida real porque las cosas en el mundo de afuera no están tan fijas o tan claras como están en una red social o en un blog. Uno no tiene tantas pruebas de lo que pasó antes. Me acuerdo brevemente del periodo extraño en que mi hermano decidió ser rubio y de la manera en que mirarlo me hizo doler los ojos, pero después de un par de días me pareció que siempre había sido rubio y cualquier imagen que me recordara su pelo morocho me confundía y me destartalaba. Acá, en cambio, basta con retroceder lo suficiente como para ver las pruebas inmovibles de lo que uno fue y de lo que alguna vez creyó ser.
Desde que empecé esta columna mi única intención fue explorar y compartir lo que ocurría en mi vida a través de mi arte pero, sin embargo, siempre tuve en mente y me cuidé de no exponer demasiados detalles personales. A veces la elección fue obvia (no había lugar en ciertas columnas para hablar de esas trivialidades) pero otras la decisión fue hecha más por una cuestión de pudor que otra cosa. No quería exponerme demasiado ni correr el riesgo de contar algo que después me lamentaría haber compartido y por eso me llamé al silencio. No es que sienta que les deba mi verdad con pelos y señales, pero creo que hay un fino límite entre exponerse demasiado y ser honesta. Me parece que todo arte — o al menos el tipo de arte que me gusta — funciona solo porque uno es honesto y yo no estuve siendo tan sincera como me hubiese gustado en las últimas semanas. Hubo un periodo donde esta falta de detalles me gustaba y hasta me hacía sentir cómoda —no hay riesgos, no me conoce nadie, me puedo esconder en las sombras— pero eso ya es tiempo pasado. Con los eclipses de estas últimas semanas se cementó mi deseo de compartir más de mi vida con ustedes, de una manera que no lo había hecho antes. No sé bien qué cambió. Tal vez ya no me da miedo hacer el ridículo o exponer demasiado o tal vez tengo una idea más clara de lo que es ser honesta y lo que es irse de mambo y el viejo límite que puse en esta columna ya no me sirve. Tengo ganas de ir para otro lado ahora, de hablar de forma más íntima y por ende más sincera, pero esto también significa que estas columnas van a cambiar. Hablaré con más detalle de mi vida actual y mis desafíos y mis amistades y de mi novela y mi vida amorosa o la falta de ella y dejaré de lado el aspecto tal vez más racional o desapegado que tuvieron las columnas hasta el momento. Creo que durante mucho tiempo estuve tratando de definir no solo qué clase de arte quería crear pero qué clase de arte podía crear. A veces mucho internet te hace sentir que la única manera de crear contenido es brindándole algo al resto, pero ya no estoy tan segura. O tal vez me equivoque y esa sea la formula del éxito, pero ya no me interesa sostenerla. Aunque puede que detalles de mi vida actual reduzcan la cantidad de lectores o hagan que mis columnas se vuelvan más personales, hoy elijo la honestidad por encima de crear un contenido general. Es la única manera en la que siento ganas de seguir escribiendo. Espero que estas nuevas columnas sean algo que te gusten leer. Yo estaré encantada de tenerlos del otro lado.
A diferencia de otras veces, no voy a prometerles un día especifico en el que saldrán estas columnas. Quisiera pero para este punto asumí que no soy esa clase de escritora. «No podes pedirle a tu novela algo que no es», dicen a menudo en la tutoría y me parece que es válido para otros aspectos de la vida. Si digo que aparezco un domingo, por alguna razón termino escribiendo un miércoles o un viernes y se vuelve un desastre. Entonces esta vez les prometo algo que sé que puedo cumplir: apareceré, como mínimo, tres veces en el mes. Espero encontrarlos del otro lado.
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Hay un segundo aviso pero es más corto y tiene que ver con que este fin de semana y el siguiente estaré recorriendo la feria del libro que está en Buenos Aires en este momento. Estaré escribiendo un reviews de los libros que consigo, mis stands favoritos y hasta de talleres y charlas que espero asistir en una nueva sección llamada columna express. Serán aproximadamente tres o cuatro columnas —dependiendo de lo que encuentre— y el primer mail llegará este fin de semana, pero también pueden leerlo directamente desde la app o desde la página. Si no les gusta o no les interesa, se pueden desuscribir cuando les llegue el primer mail sin problemas.
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No hay un tercer aviso pero me despido con un copilado de fotos de estas últimas semanas y con la recomendación de que miren, si no lo hicieron todavía, el especial «Baby J» de John Mulaney que está ahora en Netflix. Me parece fascinante que el tipo haya tenido que realizar un stand up hablando solo sobre su adicción porque sabía que como público necesitábamos ese cierre. No debe ser la única razón por la que creó ese especial, pero gran parte de lo que dice parece estar dirigido a nosotros, como si no pudiera simplemente pretender que estos últimos dos años no ocurrieron. Es una exploración sincera y brutal de lo que significa mostrar una cara al público que nada tiene que ver con la realidad solo porque uno busca ser aceptado: «likeability is a jail».
En fin. Si me leyeron hasta acá los aprecio mucho y los veo este domingo,
Sabina.