Estoy mirando el reloj que cuelga de la pared de la oficina, frustrada. Al frente mío la clienta me está contando el problema que tiene con su tarjeta de crédito pero no logro escucharla. Debería, porque en un segundo va a dejar de hablar y yo voy a tener que darle una solución, pero no tengo fuerzas para prestarle atención. Estoy frustrada con ella, con el trabajo y con el hecho que hoy tampoco tuve tiempo para escribir nada. Las palabras que le dije a mi amiga Gio por audio antes de entrar a trabajar todavía resuenan en mis oídos: «Es como si todo estuviera mal. Trabajo solo para pagar las cuentas pero de alguna manera es todo lo que hago».
Cuando empecé a trabajar en esta oficina, en un rinconcito de Capital Federal, tenía un objetivo claro: trabajaría mientras terminaba la novela y los estudios y elegía dónde mudarme. Era, para mi, una manera de usar el tiempo muerto y hacerlo provechoso. Sin embargo, casi seis meses después, descubro que nada es tan claro como me imaginaba. Primero porque trabajar en una oficina es lo opuesto de creativo y segundo porque encontrar tiempo para escribir se vuelve complicado si uno vive viajando o trabajando y cuando sí existe un tiempo hay muy pocas ganas de hacer algo en absoluto. Por eso estoy frustrada. Por eso no puedo escuchar a la clienta cuando me habla y por eso me quedo en blanco cuando ella se me queda mirando. Quiere que le solucione el problema pero lo único que quiero hacer es llorar. Tengo una novela que terminar, quiero decirle, las cosas que tengo por hacer se multiplican y no me parece que las voy a terminar alguna vez porque nunca hay tiempo para nada.
Me cuesta sentirme así. Creo que le costaría a cualquiera, pero a mí no solo me pesa lo que me tiene enojada sino el hecho de estar enojada en sí. Raramente me dejo llevar por las emociones negativas, tal vez porque una vez tuve un doctor que me dijo: «vos no podes estar mal porque si estás mal te pones terrible», pero el punto es que siempre trato de mantenerme optimista. Esta semana, sin embargo, me costó horrores mantener este criterio. Sé, de una forma lógica que nada tiene que ver con mis emociones, que este es un buen trabajo en una buena oficina con buenos compañeros. Sé que debería poder reprimir el deseo de renunciar. Debería poder bancármela.
Pero no puedo.
Por eso me frustra. El viaje hasta la oficina me resultó imposible en estos días, como si la noción de salir de casa y tomarme un colectivo y otro y otro fuera superior a mis fuerzas. Lo hice, pero deseé no tener que hacerlo. Me senté en la oficina y trabajé con la misma voluntad que mi gata se mete adentro de la ducha. De a ratos fue como si estuviera luchando contra una ola más fuerte y más grande que yo y me sentí tentada a dejarla ganar. ¿Para qué me molesto? Me pregunté a menudo, ¿Qué es lo que trato de lograr?
No sé. En parte quiero demostrarme a mí misma que puedo con esto, que claro que voy a mantener el trabajo en la oficina y no voy a renunciar solo porque no tengo tiempo para escribir, pero después me despierto por las noches y me doy cuenta que hace días que no avanzo en la novela y me pregunto si esta pelea tiene sentido en absoluto. Hay ciertas verdades que no puedo reprimir. Hay ciertas cosas contra las que físicamente no puedo luchar. El hecho que todos los días me encierro en el baño de la oficina y cuento hasta diez para no llorar es una de ellas.
El viernes no fui a trabajar. Me quedé en casa y miré tres capítulos de New Girl y almorcé a las seis de la tarde y escribí la novela y cené con dos amigas a la una de la madrugada. Desde hace días que no me sentía tan bien como ese día. «Vieron», bromeé entonces con mis amigas, «esto demuestra que el problema es la oficina y no soy yo». Hacía tiempo también que no dormía más de seis horas seguidas, hacía tiempo que no leía, hacía tiempo que no veía a mis amigas, hacía tiempo que no tenía que salir corriendo para cualquier lado. De ahí nació esta columna. ¿Cómo es posible, les decía a Gio, Maca y Nai, que no tenga tiempo para hacer nada? No sé si soy yo con mis ganas de escribir o si esto es algo que nace de la post—pandemia o si tiene que ver con el ritmo de la ciudad, pero de repente no le veo sentido a estas cosas. Para mí es importante tener tiempo para leer un libro, tomarme una cerveza con mis amigas, escribir por las mañanas y ya no sé si cualquier sueldo vale la pena para reprimirlo. ¿Qué hacemos yendo a las oficinas si podemos trabajar desde casa? ¿Cuál es el punto de trabajar tanto? ¿Ganar más dinero? ¿Para alcanzar qué?
Al comenzar a trabajar me prometí que no perdería de vista mis prioridades pero me doy cuenta que en los últimos meses me consumió por completo el deseo de hacer buena letra en el trabajo. No me juzgo, pero dejé que muchas cosas de mi tiempo se redujeran a trabajar. No creo renunciar a la oficina pero sí voy a renunciar a ese ritmo de vida que mantuve hasta la semana pasada. Para mí lo que le da sentido a mi vida es poder disfrutar cada día lo mejor que puedo y de nada me sirve llegar a tiempo al trabajo y solucionarle a una mujer su problema con la tarjeta y cobrar el sueldo si después descubro que no tuve tiempo para almorzar o terminar de leer un libro.
No sé si para cuando llegue el lunes la resistencia que sentí la semana pasada seguirá presente. Asumo que sí. En parte está bien que no se vaya: me está indicando qué cosas tengo que cambiar y hacia donde quiero dirigirme en mi vida. Me dice que el próximo trabajo que tenga tiene que estar más relacionado con el ámbito que me gusta o no voy a sentir el deseo de hacerlo. Esa es mi verdad y la puedo aceptar. También me informa que no soy diferente a cualquier otro escritor que conocí: amo escribir y cualquier cosa que me prohiba hacerlo siempre me va a frustrar un poco.

Esta fue una semana difícil así que si están leyendo esto es un mini—triunfo. Espero que su semana no haya sido tan densa como la mía y que la próxima sea aun mejor y si fue una semana fea, espero que la próxima no lo sea. Les agradezco por leer esto y si quieren mandarme un mensaje o ver las historias que subo de mi gata cada dos por tres, lo hacen aquí. Y si les gustó lo que escribí, ya saben que sus corazoncitos o sus comentarios o sus recomendaciones son siempre bien recibidas y eternamente agradecidas.
Nos vemos el próximo domingo,
🧡
Sabina.
abrazo tardío 🩷
Nada que unos capítulos de New Girl no solucionen. Te abrazo fuerte fuerte ♥️